Cuando participo en una convocatoria en la que se lleva a cabo una votación, es inevitable plantearme todo lo relacionado con los principios del arte. Concibo una obra artística como una expresión, como una exteriorización y no como un objeto competitivo. Y reafirmo esta idea cada vez que soy el menos votado. Tal vez recoger una crítica sea el objetivo inconsciente que me induce a participar, o es ese chispazo de fama que los envidiosos defenestran visceralmente. La cuestión es que salí elegido, en realidad mi obra, esa que adquirió carácter propio, porque es la que gustó. Yo la he escrito y la dejé escapar para que haga su propio destino. Tango Llegaba con sus luces de buena amiga. Despreocupada y expresiva, sabía quedarse indiscretamente entre líneas. Con pocas palabras, formaba enunciados que solo comprenden los cómplices de años. Igualmente, no hablaba de nada que pudiera costarle un arrepentimiento. Era sincera y apreciaba serlo, aunque también d...